Este lugar preferente de nuestra web, ha de ser, forzosamente, para ofrecerles a nuestros visitantes una breve semblanza de quien fuera en vida modelo reconocido de promotor empresarial, inversor certero y hombre solidario, cuya muerte imprevista, a resultas de un desgraciado accidente ocurrido el 20 de setiembre de 1996, dejó entre amigos y beneficiados muchos huérfanos de su inmensa humanidad y acertados consejos. Afortunadamente, esos huérfanos, especialmente de su generosa solidaridad, encuentran hoy, en la fundación que lleva su nombre y a través de los Premios que la estimulan y de las ayudas directas que reciben, el calor humano con el que Marino Gutiérrez Suárez les gratificó en vida. Esta Fundación, que creó, tutela y preside, su esposa, Sagrario Fernández Ariznavarreta, aspira a consolidarse desde La Felguera como animadora del progreso económico y del bienestar social del amplio valle que riega el río Nalón, siguiendo la luminosa estela dejada por la vida y obra de quien da nombre a este sitio.
Un año después de su muerte y con ocasión de los actos institucionales del Día de Asturias 1997 el Gobierno del Principado de Asturias le concedía, a título póstumo, la Medalla de Asturias de Plata, que recogería su viuda doña Sagrario Fernández Aríznavarreta. Se encargó de glosar la figura del condecorado, su amigo y redactor del expediente en que solicitaba la distinción, José David Vigil-Escalera Balbona, cuyo discurso, con brevedad protocolaria, nos sirve ahora para extraer de él la semblanza de don Marino que anunciábamos anteriormente:
«Nació en San Juan del Coto en el Concejo asturiano de Siero, de cuya naturaleza presumió. Por avatares de la vida, residencia y trabajo, se convirtió en langreano de adopción popular y felguerino por vocación, porque si bien fue en el amplio marco del Nalón y del Narcea donde llevó a cabo sus relaciones empresariales, fue en Langreo y más concretamente en La Felguera donde encontró sus mayores satisfacciones, entre las que cabe el hallazgo de la poesía de Benjamín Mateo, en cuyas rimas encuentran las gentes de aquí el punto de reflexión, la paz de espíritu, el sosiego e incluso la solución a su estado de ánimo. En dos versos del poeta quiso encontrar el glosador un espejo a la personalidad de Marino.
Quienes conocimos a don Marino, diría el glosador, no le recordamos con las manos en los bolsillos. No sólo porque su envidiada elegancia hacía que las emplease cual acertada batuta al compás de su agradable conversación, sino porque siempre tenía sus manos dispuestas para el apretón cordial, para el abrazo y sobre todo… para con ellas transmitir el calor de la solidaridad a quien en las suyas sintiera el frío de la necesidad.
Su dinamismo, se recordaría en el solemne acto, le llevó, desde la más humilde cuna y orfandad temprana y su paso desde niño (apenas cumplía diez años cuando comenzó su vida laboral) por los más duros oficios de la minería, hasta las más altas y cualificadas responsabilidades, gracias a una autodisciplinada formación basada en la avidez por la lectura y en la consulta al experto, adquiriendo socialmente, con el tiempo, merecida fama de hombre culto y fácil conversador, así como asiduo participante de cuantos eventos culturales le fuera posible acudir, convirtiéndose al tiempo en uno de sus más destacados mecenas. Consta su impulso empresarial como promotor e inversor en el campo de la minería del carbón tanto de hulla como de antracita; en el transporte y logística, en la alimentación, en el refractario siderúrgico, en la banca, en los servicios e informática y también en la inversión selectiva. Múltiples actividades, en algunas de las cuales seguía el día de su trágica muerte con igual ilusión que el primer día.
Pero esta actividad, la de promotor, organizador o gestor de empresas, con méritos suficientes para el reconocimiento institucional, no lo era todo en la vida de Marino. Estaba la otra, la de benefactor, más difícil de cuantificar. En su mayor parte, cual iceberg, quedó oculta por su voluntaria discreción. Él era de esos hombres tan escasos, que discretamente en una fiesta con los amigos, cuando lo estaban pasando todos, incluso él, a lo grande en alegría, hacia un aparte con aquel en quien confiaba y le decía: «Oye, si sabes o te enteras de alguna persona o familia que lo esté pasando mal, que tenga graves problemas, dímelo que buscaremos la forma de ayudarla» . ¡Y vaya si lo hacía! Y solamente su amigo y él se enteraban de ello. Pero las que sí se han podido incluir en el expediente de solicitud de la Medalla de Asturias son otras ayudas, económicas y sobre todo personales, que, sin él pretenderlo, le supusieron el reconocimiento popular de toda la sociedad en la que convivía, ostentando la Presidencia de Honor y distinciones honoríficas diversas de numerosas asociaciones culturales y sociales del valle del Nalón. Se hallaba, a su fallecimiento, en posesión de la Medalla de Oro de la Cruz Roja Española, poseía el título de Langreano de Honor desde 1979. En La Felguera una importante calle del centro urbano lleva su nombre y en el Parque de Dolores Fernández Duro se descubriría un busto del escultor Manuel Linares, costeado por suscripción popular, para perpetuar su benefactor ejemplo.
El glosador, conociendo la comunión de espíritu solidario que existía entre Marino y su esposa, sugería en su conclusión lo que hoy es esta realidad, la Fundación, que les ofrecemos desde esta web.
Biografía
Por D. José David Vigil-Escalera Balbona